jeudi 6 janvier 2011

El Mago nos habla de él

Hola todos!

El último año para el Día de los Reyes, hizo un sketch para un pequeño grupo de amigos en el Grupo Biblico Universitario de mi universidad en Francia, sobre la historia de los Reyes. La idea: uno de los Reyes Magos viene a vernos hoy en día y nos cuenta lo que ocurrió de su punto de vista. Lo hizo en la forma de un cuento oriental, y llevó una djallabah y un turbante que me había prestado un amigo de orígen iraní, era una manera para mí de compartir con mis amigos mi pasión para las culturas orientales, especialmente la arabe y la persa.

Este año, como me gusta también mucho escribir, quería transformar mi sketch en un texto y publicarlo en mi blog el 6 de enero. Habitualmente todos los artículos de mi blog están en francés, pero como este año estoy de Erasmus en España, y que aquí el Día de los Reyes es un festivo muy importante, mucho más que en Francia, quería también traducir mi texto al español y enviarlo hoy a todos mis nuevo amigos españoles (y Erasmus cordobeses de otros países que hablan español. De esa manera, quiero también compartir con vosotros lo que es lo más importante en mi vida : mi fé. Entonces aquí está mi texto :-).

Muchas gracias a mi amiga Marilo, de Málaga, que me ha traducido mi texto del francés al español. Me has ayudado mucho, pienso que hubiera podido hacerlo yo también, pero habría tenido muchas más errores. Gracias también a Estelle, amiga francesa que estudia en la misma ciudad que yo y está de Erasmus en Badajoz este año, por el dibujo que veís y que es de ella... ya te lo he dicho Estelle, realmente tienes un gran talento para dibujar :-).

Aquí para los que quieren leer el original en francés.

Leer lo siguiente

Hola! Ruz bihair! Ruz bihair, es un saludo en mi lengua, el persa, lo cual significa la misma cosa que salam aleikoum. Salam aleikoum, que la paz de Cristo sea sobre vosotros. No? No quiere decir eso? Que más da!

Yo os voy a contar una historia verdadera, que me llegó hace mucho, mucho tiempo… Hace exactamente 2011 años hoy. En aquella época, yo vivía en mi país, la Persia, heredero de un prestigioso Imperio desaparecido hace 300 años. Mi patria supo siempre guardar una gran parte del esplendor de su pasado, mi pueblo orgullo de la riqueza de nuestra antigua civilización. De mi país, yo era famoso como un gran sabio, uno de los hombres más sabios de Persia. Yo había pasado mi vida estudiando todas las ciencias que mi pueblo había heredado de nuestros gloriosos ancestros: la literatura y la poesía…las matemáticas…la historia…la geografía…el arte…y sobre todo, la reina de todas las ciencias: la astrología. Nuestros antepasados nos han aprendido que en el cielo estrellado está escrito el destino de la humanidad. Es por eso que los sabios más grandes de mi pueblo estudiaban sin tregua el curso de las estrellas, con el fin de que perforando sus misterios pudiésemos conocer el futuro. De todas las ciencias del viejo Imperio persa, la ciencia de las estrellas era la más notable. Todas las noches, yo observaba el cielo estrellado, estudiaba los movimientos de cada estrella, y buscaba comprenderlos con la ayuda de viejos manuscritos que mi pueblo heredó de sabios de los tiempos pasados.

Y es así como una noche, observando el cielo, descubrí una cosa que nunca había visto antes. Una nueva estrella se levantó, brillante, diferente de las otras, y todo en ella daba a oler que había venido para anunciar un acontecimiento importante. Hablé inmediatamente con mis amigos, todos los sabios ilustres como yo, y estábamos todos de acuerdo: esta estrella es una señal que muestra que algo excepcional acaba de producirse. Nosotros consultamos los viejos libros sagrados, y aquí lo que descubrimos: ¡cuando tal estrella se levantara, sería la señal del nacimiento de un nuevo Rey!

Cuando hicimos este descubrimiento extraordinario, inmediatamente decidimos ensillar nuestros camellos y seguir esta estrella, sabiendo que nos llevaría a este Rey recién nacido, para que pudiéramos rendirle homenaje. Es así como partimos a un largo viaje, y por lo que atravesamos el desierto con nuestros camellos cargados de fabulosas riquezas que deseábamos ofrecer a este Rey, para llegar finalmente a un país que nos era desconocido, un pequeño país de apariencia insignificante, porque es allí donde la estrella nos llevó: Israel.

Durante este largo viaje, mis amigos y yo sacamos provecho de la distancia para informarnos sobre este pueblo extranjero al cual íbamos a visitar. Hicimos investigaciones sobre la cultura, su idioma, sus costumbres, y evidentemente, sobre todo, la religión. Y allí, descubrimos que este misterioso pueblo…adora a un solo dios. Un dios único… ¡En nuestra casa en Persia, nosotros tomamos a todos los dioses que encontremos, así estamos seguros de tener los buenos! La ventaja también, cuando tenemos varios dioses, es que si tenemos un problema con uno de ellos, podemos ir hacia otro para que nos proteja…pero si solo tenemos uno, ¿quién nos protegerá de su cólera? Francamente, ¡un pueblo que tan solo tiene un dios es como un hombre que solo tiene una mujer! ¡Inimaginable!

Ya que el viaje era largo, y que podíamos viajar solo por la noche porque en el día la estrella era invisible, tuvimos mucho tiempo para estudiar. Leímos libros sagrados de este pueblo. Y esto nos dio mucho para reflexionar. Su dios se describía a él mismo como el único Dios verdadero, el Creador de todas las cosas, y el Señor de todos los hombres y del mundo entero...era una idea totalmente nueva para nosotros, acostumbrados a nuestro Panteón de dioses y mitos. Nuestro pueblo adoraba también al Sol, la Luna, el fuego, el agua y el viento…este Dios afirmaba haber creado todas estas cosas y ser él por las que ellas existían. El conjunto de libros sagrados de esta religión había sido escrito en un periodo hace más de 1500 años, por personas que vivían en lugares muy diferentes, en épocas muy diferentes, y culturas muy diferentes y con circunstancias de la vida muy diferentes. No hay a priori ningún lazo entre todos estos libros en su redacción, y por tanto, un mismo espíritu los guía a todos, su mensaje es el mismo y son coherentes entre ellos…más allá de los hombres quienes pusieron por escrito estos textos, ¿su verdadero autor sería Dios mismo? Y lo que nos regocijaba más: estos libros decían que Dios al principio eligió a un pueblo de en medio de todas las naciones para revelarse a ellos, pero que un día él se daría a conocer a todos los pueblos por su Mesías, su Ungido, que vendría a salvar a todos los hombres. Este Mesías, ¿no era justamente el Rey a quién veníamos a rendir homenaje?

Cuando finalmente llegamos a este país, pensábamos que ahora no necesitábamos más ayuda de la estrella: el nuevo Rey había ciertamente nacido en la capital, Jerusalén, y en el Palacio Real en el cual había vivido antaño el glorioso rey David del cual hablan los libros sagrados. Pensábamos que toda la ciudad haría fiesta para celebrar el nacimiento del nuevo Rey. Pero cuando nosotros llegamos a Jerusalén, gran decepción: el palacio de David estaba en ruinas desde hace mucho tiempo, la vida siguió su curso normal, nadie en la ciudad había escuchado hablar del nacimiento de un nuevo Rey. ¿El evento más importante de toda la historia de este pueblo sería pasado totalmente inadvertido? Nos conducimos finalmente delante del rey de Israel, que para sorpresa: no tuvo hijos recientemente. Finalmente, él interrogó a sus responsables religiosos, quienes respondieron que el Mesías nacería en Belén, una pequeña ciudad de provincia sin importancia particular. Esto es una cosa muy importante que hemos aprendido : nuestra sabiduría humana puede conducirnos a buscar a Dios, pero nunca a encontrarlo, solo por su Palabra podemos llegar a conocerlo.

Reemprendemos el viaje y nos dirigimos hacia Belén. Cuando llegamos, vimos que la estrella que nos guió desde nuestro país se había parado justo encima de la ciudad. Fuimos al lugar preciso en el que se encontraba la estrella… ¿sería aquí donde se encuentra el Rey al que veníamos a buscar?

Llamamos a la puerta. Un hombre viene a abrirnos, tiene el aspecto muy sorprendido al vernos. Hay que decir que con nuestras vestimentas extranjeras y los tesoros que llevaban nuestros camellos, llamamos la atención fácilmente. Cuando explicamos quienes somos y por qué estamos allí, está todavía más perplejo. Nos hizo entrar y nos condujo al interior. Allí, vimos a su mujer…y al pequeño bebé que dormía en sus brazos: ¡el Rey a quién hemos venido a rendir homenaje!

Mientras que mis amigos y yo nos arrodillamos delante del niño para adorarlo, una felicidad profunda me invade. El nacimiento de este niño es el regalo más precioso de toda la historia de la humanidad. Este niño, es el Dios mismo, el Creador que se hace criatura, que se une a su creación hasta en la miseria y en la pobreza. Es lo que todo buen soberano haría por amor hacia sus sujetos: no quedarse en su torre de marfil, sino venir para compartir su vida cotidiana. Cuando reflexiono sobre esto, pienso hasta qué punto esto sobrepasa todo lo que la sabiduría humana comprende: ¡este pequeño ser tan frágil, es el Dios quien ha creado los Cielos y la Tierra! Es incomprensible, y por tanto yo creo que esto es verdad.

Después de haber adorado al niño, le ofrecimos nuestros regalos. Oro: el metal más precioso, el símbolo de la Realeza. Este niño es el Rey del mundo. Incienso: un perfume de buen olor, que ardemos en nuestros templos, en honor a nuestros dioses. Este niño es divino, es Dios hecho hombre. Y por último, mirra: un perfume utilizado para embalsamar a los muertos. Allí, se trataba de un misterio que nosotros no comprendemos plenamente, pero sabemos que este niño debería sufrir y morir para salvar a la humanidad y reconciliarnos con Dios.

Nosotros volvimos a nuestro país, pero nunca hemos olvidado lo que pasó. Djalâl ad-Dîn Rûmî, un poeta de mi pueblo, escribió una poesía en la cual Dios dijo: “No me buscarás si me has encontrado.” Dios tiene mil y una maneras de conducir a los hombres hacia él. Mis amigos y yo no teníamos conocimiento de este Dios, y lo buscamos de las maneras más extrañas, por las prácticas espirituales paganas de nuestro pueblo y hasta por las vías que Dios condena. Y por lo tanto, en su amor, el único Dios se dejó encontrar por nosotros.

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